Toda mi atención estaba dirigida a la gente que llenaba las calles, en cada uno de ellos observaba como la vida se abre paso. En cada rostro se pueden observar caras que se van formando de acuerdo con el espacio en el que habitan y que se van transformando de acuerdo con sus experiencias cotidianas y en la manera de como estas son vividas dentro de esas realidades físicas y sociales. En cada rostro se puede percibir una historia, su estado de ánimo, su actitud, sus intenciones y sus emociones. Gente que va y viene en medio de un mundo que va de prisa. Rostros que esconden miedo, y que se ocultan entre máscaras, prejuicios o derrotas, donde cualquier sonrisa o gesto efusivo puede ser excesivo en medio de tanto hermetismo. “En el rostro reside la esencia de la gente”. La expresión facial y la mirada son el mejor medio para conocer las emociones y los estados de ánimo de las personas. Me dediqué a mirar sus semblantes adustos, sus mentones impetuosos, caras felices, amargas, maquilladas, lozanas, arrugadas, cejas arqueadas en forma de contorno de nube en un día soleado. Rostros llenos de preocupación, otros colmados de alegría, algunos desconfiados, temerosos, llenos de incertidumbre y unos cuantos que reflejaban angustia o tristeza; estos, caminaban lento, con la mirada baja. Gente que deja ver en su rostro la preocupación con la que cargan en su vida. Gente que quiere devorarse el mundo, gente llena de sueños, y otra que se sorprende ante el encuentro intempestivo con un amigo: sus cejas se elevan, su boca se abre de par en par y sus ojos casi se salen de sus órbitas. Gente de amplia sonrisa: la auténtica y espontánea, en la que se levantan las comisuras de los labios, se muestran los dientes y se forman arrugas alrededor de los ojos. Los que muestran esa transparencia como el agua limpia y profunda y los que al sonreír lo hacen con la mirada. Gente que va afanada, azorada. Gente de mirada amplia y pómulos pronunciados. Gente con el ceño fruncido, y rostros inocentes. Gente que refleja el cansancio en su cara después de una larga jornada de trabajo, gente que pedalea rápido en su bicicleta, concentrados cada uno en sus preocupaciones diarias, vendedores informales que a diario se exponen al virus del covid con tal de conseguir lo del diario para sus familias. Mendigos que tratan de sobrevivir ante las inclemencias del tiempo y ante la incertidumbre de conseguir un pedazo de pan para saciar su hambre. Ancianos que caminan lento y que en su cara reflejan el paso de los años, que llevan la experiencia marcada en cada una de sus arrugas. Conocer al hombre y a la mujer invisible que aquella gente lleva por dentro, es observar lo inasible en las diferentes fisonomías de las personas. Es penetrar en sus almas para tratar de descubrir lo que en ellas guardan. Personas vulnerables y llenas de sueños, unos rotos, otros llenos de ideales, llenas de amor para entregar, valientes, e invencibles. Es conocer esa parte de la cara que es el rostro de todos, en medio de estas circunstancias actuales de pandemia, paros y desigualdades sociales. Es el semblante del miedo, de una violencia que se arraiga en el rostro y las facciones de toda esa gente que vemos transitar a diario.